martes, 15 de enero de 2013

INEDITA




El Hogar Propio:
Un pedacito de cielo en la tierra.

En una ocasión mientras dialogábamos un grupo de técnicos en una de las instituciones del Ministerio de Agricultura, uno de los colegas expresó que mientras vivía en la casa de una hermana suya, se dio una “regá” tan grande que tuvo que irse de ese hogar.

En tanto que otro contó que para estudiar en la Capital tuvo que vivir “arrimado” donde una familia, y que donde dormía era en la cocina.

Contaba él que a esa casa solo iba de noche, a dormir.

Y es que no es fácil vivir en un hogar ajeno, sobre todo, después que la persona es adulta.

El “arrimado” tiene que cohibirse de muchas cosas, aun cubra sus gastos; no importa la cercanía familiar o amistad que haya.

Es como un pacho que nunca termina de pegarse.

Por eso los padres debemos inculcar en nuestros (as) hijos (as) la necesidad de que se preparen bien académica y económicamente antes de independizarse de nosotros, a fin de que cuando se vayan puedan ubicarse en un hogar propio, si es posible que el mismo pueda establecerse en una casa propia, aunque esto último no es imprescindible.

En un hogar propio, aunque sea una casa o una habitación alquiladas,  la persona experimenta todo derecho de estar, de permanecer en ese lugar, sin tener que pedir permiso ni recibir órdenes de nadie.

Se puede estar en pantalones cortos, en camiseta, en chancletas, descalzos, con ropa vieja y fresca, como mejor uno se sienta, siempre y cuando no afectemos negativamente a nadie.

El hogar propio es nuestro verdadero refugio, donde podemos experimentar nuestra más completa y profunda intimidad.

Es allí donde recibimos nuestra mejor aceptación y respeto.
El hogar propio puede ser de uno o de varios.

Si es de varios parecería que debiera limitarse a la persona más su conyugue y sus hijos y nadie más, si se quiere disfrutar a plenitud en lo que respecta a la confianza, la aceptación y la intimidad.

Tener a alguien más a parte de los conyugues y los hijos, implica un sacrificio por parte de sus originales integrantes.
Un sacrificio que debemos asumirlo siempre que en Cristo Jesús sintamos el llamado de albergar a alguien que en respeto a la prudencia pueda ser posible.

Llegar a vivir en un hogar propio es un objetivo que nuestros hijos deben alcanzar.

Por eso deben prepararse para lograr un sólido matrimonio, que puedan llegar a tener hijos sanos, felices y productivos, y eso solo es posible teniendo a Cristo como el Centro de nuestra vida.


Autor:
Ing. Silvio Peña Jorge.
Celular: 829-214-3413

Digitación:
Lic. Pedro Guzmán,
Correo: mangho35@hotmail.es/gmail.com.

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